Mi última revisión
Ya estoy por aquí otra vez y en esta ocasión para contaros
como fue mi última revisión.
En principio tenía que ir el día 7 de septiembre al hospital
y digo en principio porque cómo no algo me tiene que pasar a mi.
Allí estaba yo a las 9 y media de la mañana, después de madrugar,
el viaje de ir a Madrid, atasco y encontrar aparcamiento, entro por las puertas
del hospital. Nerviosa porque después de 7 meses iba a saber cómo estaba o si
tendría que volver a operarme.
Fui hacia las maquinas automáticas para sacar mi número para
hacerme la placa y ¿cuál fue mi sorpresa? Pues que no tenía citas para ese día.
Lógicamente llevaba el papel en la mano de la cita así que me dirigí al
mostrado de información. Efectivamente no tenía citas para ese día y no fue
porque yo estaba equivocada de día, era porque me habían cambiado las citas
para dos semanas más tarde pero como mi dirección es otra pues dicha carta no la
recibí.
Os podéis imaginar mi cara, un poema total ¿qué hago yo
ahora desde las 9 y media de la mañana? Pues me fui a dar una vuelta por uno de
mis centros comerciales preferidos.
Aprovechando el viaje me compré cosillas de Harry Potter en
Primark (lo poco que quedaba) y después me fui a ver a mis tíos y a comer con
ellos.
Para lo mal que comenzó el día, acabó bastante bien y con la
tontería llegué a casa a la 1 de la madrugada. Me di una ducha y me acosté ya
que al día siguiente tenía que trabajar y llevaba 20 horas en pie.
Ahora sí llegó el día que tenía la cita, otra vez madrugón,
atasco y allí estaba entrando por las puertas del hospital esta vez más
tranquila ya que no sabía si por fin me iba a ver el médico o me pasaría como
la otra vez.
Fui a las máquinas automáticas y saqué mi número, apenas
estuve esperando 10 minutos y me llamaron. Pasé, me hice la placa y me fui a la
consulta del médico.
Ay!!! cuando llegué a la sala de espera…..
30 minutos de espera, los 30 minutos más largos de toda mi
vida. Cada vez llegaba más gente, cada vez mi cabeza pensaba mil cosas, era
como una historia contada en 30 minutos.
Empecé a ponerme nerviosa, tan nerviosa que me mordía las
uñas, me entraban calores y cuando sonaba la megafonía para llamar al siguiente
paciente mi estómago se hacia un nudo.
Hablando claro estaba cagada de miedo, jamás había estado
así, estaba asustada de mi misma, me temblaban las piernas y mi cabeza empezó a
imaginar que pasaría si…..
¿Qué pasaría si me tienen que operar otra vez? ¿Qué me
operan esta vez si ya no tengo más vertebras para taladrar? ¿Y si me tengo que
pasar así la vida, operándome hasta que no pueda más? ¿Y si a la tercera sale
algo mal y no puedo andar más? ¿Y si ya no puedo hacer mi vida normal?
Mil cosas, mil preguntas, mil sentimientos. En esos momentos
imaginaba todo eso y me veía sola en la vida, me agobiaba más al pensarlo y
sólo quería que me llamasen ya.
Por fin sonó mi nombre y entré en la consulta. Mi cirujano
me saludó como siempre y puso mi nombre en la pantalla para ver la placa que me
hice unos minutos antes.
En esos momentos mis manos estaban entrelazadas y yo creo
que recé a todos los dioses para que todo estuviera bien.
Efectivamente todo estaba en su sitio, nada se había movido
y no hacía falta operarme más ni seguir yendo a revisión cada tres meses.
Hasta dentro de dos años no tengo que volver al hospital, a no
ser que note algo que no va bien pero mientras siga haciendo mi vida normal,
con mis limitaciones y cuidándome como hasta ahora todo estará bien.
Salí de la consulta con una sonrisa enorme dibujada en la
cara, con ganas de salir corriendo del hospital y respirar sabiendo que lo
había conseguido. Subí las escaleras lo más rápido que pude y salí por la
puerta principal.
Una vez fuera del hospital fui hacia el coche y paré un
momento mis pasos, sólo recuerdo que miré al cielo sonriendo, cerré los ojos y
sólo pude dar gracias a los que están ahí arriba.
Era inevitable aguantar las lágrimas y mientras seguía mi
camino caían de mis ojos, pero iba sonriendo, eran lágrimas de felicidad porque
esta vez había ganado.
Supe que todo esfuerzo tiene su recompensa, que quien lucha
gana y quien siembra recoge.
Por fin me quité un gran peso de encima, se acabaron los
madrugones, los atascos, los nervios de saber que pasa, las pruebas, todo.
Ya podía ir a Madrid sin tener que pasar por el hospital.
Aprendí a ser más fuerte de lo que era porque siempre fui
sola a las revisiones, no me gustaba ir sola ya que siempre se necesita un
hombro en el que llorar, una mano que te coja y te diga: no te preocupes yo
estoy aquí y no te soltaré.
Pero la vida quiso que estuviese sola para aprender a luchar
y así fue, si tenía que llorar, lloraba sola y si tenía que pensar en los pros
y los contras lo hacía conmigo misma, eso me hizo aprender a quererme y
conocerme más.
Como siempre doy las gracias a todos los que me leéis, pero
esta vez tengo que agradecer a las personas que han estado ahí. Han sido 3 años
y medio duros, largos en los que he vivido mil experiencias, 3 años y medio que
he vivido cosas nuevas que jamás pensaba que iba a vivir, sensaciones,
pensamientos, miedos y tantas personas a mi lado de una manera u otra
animándome, apoyándome y dándome consejo.
GRACIAS
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